Capítulo Primero: En búsqueda de la Salvación

20.01.2013 21:52

 

Eran tiempos extraños. Eran tiempos en los que comenzaban los enfrentamientos. Guerras y luchas entre los que antes eran aliados, los que garantizaban el orden, y los que buscando la paz, un día encontraron las ansias de poder. De entre todas las criaturas del Primer Mundo, no podían entender quién había sembrado la semilla del odio y había concebido al mal, dando rienda suelta a su lengua de serpiente.
Los clanes de los dragones, que eran los que establecían el orden y la paz, como también otras criaturas mágicas, comenzaban a alejarse unos de otros. Crecía el recelo y la desconfianza. Querían saber quién la había hurtado, profanando la voluntad de los Ancestros? Cada clan quería ser el que lo descubriera, para obtener el poder, autoridad y superioridad, por sobre el resto. Infinita sed de control total sobre los clanes ¿Qué clan no deseaba eso? Los dragones eran ambiciosos, eso se sabe, pero los pertenecientes a los clanes, vivían con el resto, dejaban de lado la individualidad y recaudaban sus tesoros y joyas junto con las del resto. Eso hacían ellos, pero no todos pertenecían o querían pertenecer a uno. Los “Aislados”, así se los conocían. Exaltaban las características que los definía como dragones: no se cubrían con armaduras; habitaban en las zonas y climas donde su raza lo exigía; sus tesoros eran SUS tesoros; vivían para ellos y como ellos, según las demandas de su razas; eran solitarios, a veces egoístas, y agresivos. Esto último era una característica que los definía según los Clanes.
Los elfos se escondían y atacaban sin sentido a los viajeros de los bosques. Sin sentido, no, por miedo. Pero no eran los únicos. Las sirenas no cantaban todas las mañanas, como solían hacerlo, y cada vez menos salían a la superficie. Los animales, parlantes o no, se reunían a escondidas. Las mujeres cisne, que pocas veces se las reconocía, no salían a imponer orden entre las criaturas del bosque, porque ya no salían de sus guaridas. Los juegos y risas de las ninfas ya no se oían ni encantaban a las otras criaturas, deleitándolas con sus mágicos cantos.
Y así muchos animales más.
¿O eso solo estaba pasando solo en el Primer Mundo? Eso sólo lo sabía Gran Ahz, pero nadie  podía verlo, a menos que él quisiera, y sólo podía ser dentro del Primer Mundo.
Estaba por desatarse una guerra entre las criaturas. Una guerra que más que guerra, era tempestad. Y  que no tardaría mucho en arrasar todo aquello que cruzara su paso, y todo aquello que no, también.
En cada criatura, dentro de sí, nacía una desconfianza. Una sospecha. Cada una dudaba y creía Ladrón al otro. Lo mismo entre los Clanes de los Dragones.
Gran Ahz despertó. Ya no estaba en ese prado, ni siquiera en su montaña, donde solía estar, alejado del resto de los seres. Despertó sobresaltado. No había sido un sueño cualquiera. Si era por él, nunca dormía. Cuando el sueño comenzaba a pesarle sobre sus frágiles párpados, sabía que se avecinaba una visión. A través de esos sueños veía el pasado y pocas veces el futuro. No distinguía a cuál pertenecía este ¿Sería del Antes o del Después? Era borroso. Hacía un arseglos que no le pasaba, es decir, hacía 150 años que no le sucedía algo así. Trató de soñarlo nuevamente, para ver si esta vez podría distinguir algo. Así fue. Gran Ahz esbozó una pequeña sonrisa, pero rápidamente se desvaneció, puesto que debía estar atento si quería interpretar la visión.
Vio cuatro figuras.  Muy distintas unas de otras. Pero estaban borrosas, tanto que ni con la magia de los brujos se lograría aclarar la imagen. Se oía algo, un sonido muy tenue, imperceptible casi. No lograba entender lo que le decían ¿El de la punta sería un dragón? Por si silueta podía deducir eso. A la derecha había dos figuras que parecían humanas, pera una de ellas no permanecía  así. De repente se achicaba y parecía un conejo, y otras, un ciervo. Así muchos animales más.
Oyó una risa de niña. Con eso confirmó que la silueta humana que no cambiaba de forma, era eso, un humano, y más específico, una niña.
Aun así, quedaba una silueta más. Sonrió para sus adentros: la reconocía. Sabía quien era ka última figura. Por desgracia, no estaba actualmente en el Primer Mundo. Sabía que no sería tarea fácil contar con su ayuda, pero siendo tiempos difíciles…
Más adelante iría en su búsqueda, o mandaría a alguien que la buscase.
Muchos sueños más le prosiguieron a ese, pero Gran Ahz solo quería ver la silueta de la niña. No tardó mucho en cumplirse su deseo, y una tarde, sobre su querida montaña, la vio. La soñó. Ahora que ya sabía quién era, la debía mandara a llamar. La observó bien: era humana, completamente humana, una niña convirtiéndose en mujer. Pero algo peculiar en ella, algo que lo hizo dudar si el destino realmente la quería a ella para cumplir con su misión. No. Él, más que ningún otro ser, no podía dudar de sus visiones y del destino. “Pobre niña.”, pensó, ”Deberá recorrer un largo camino. Pero es la elegida junto con los otros tres. Es obedecer o morir, en este o en cualquier mundo.”

____________________________________________________________________________________________________


          El riakscáter corría. No era el más veloz de todos, pero era lo suficientemente rápido como para llegar a tiempo a los Portales a transmitir el mensaje. Logró pasar entre las estructuras rocosas, evitando depredadores y demás peligros, y llegó al lugar al lugar señalado, conocido como la Roca de los Portales.
Era una superficie flotante. La magia de ninguna criatura ni la fuerza y poder de un dragón podía hacer descender aquella roca plana. El largo de ésta, era como la altura del roble más alto de los robles, y se hallaba flotante a muchos metros de altura del suelo.
El riakscáter se colocó justo por debajo para que le diera sombra. La única manera de llegar a la Roca de los Portales, era volando, pero él no podía hacerlo, sólo correr rápido. Según las instrucciones dadas, otro mensajero debía encontrarse con él. En cierto modo, estaba asustado. Llevaba una misión muy importante consigo. Estaba solo en aquel lugar esperando ¿Y si alguna criatura lo atacaba?¿Qué podía hacer?¿Correr?¿Huir? Decidió admirar el lugar en donde estaba, para despejar su mente y para prevenir cualquier ataque sorpresivo. Había oído hablar de aquel sitio, y nunca se había propuesto ir. Era mejor no hacerlo, cuanto menos te acercaras, mejor. Estaba lleno de criaturas exiliadas y peligrosas, malvadas y resentidas. Pero Gran Ahz le había encomendado esa misión, la de ir allí, y cuando él te exigía para una misión, no puedes decir que no.
El cielo era naranja, un anaranjado cálido y pacífico. Había columnas de rocas por doquier. Ningún rastro de agua. É l no la necesitaba, era de esos animales que beben una vez y aguantan más de tres días sin beber. Le llamó la atención no encontrar los Soles. El cielo era de un naranja tan perfecto, que parecía que emanaba luz propia. Más luz venía de su derecha, no entendía porque, y no le importaba. Él estaba bajo el resguardo de la sombra, descansando, esperando. Pero no por mucho, porque justo entonces el mensajero llegó.     

Tenía forma de colibrí (este sí el más veloz de las aves de ese mundo). El riakscáter dejó una pequeña bolsita de cuero en el suelo, porque tenía garras y no manos, y no podía dársela al avecilla de otra forma. Éste lo tomó con el pico, de manera que se deslizara y rodeara su cuello, son tocar sus alas.
El primer mensajero partió de regreso, y el ave voló hacia arriba, hacia la Roca de los Portales.
Según lo que previamente le habían dicho, debía ir a un portal específico, pero no iba a ser fácil y ahora sabía por qué: en el lugar había dos árboles grises, como muertos, pero con vida, pero no debían tocarse. Flotando alrededor, había luces de color violeta. Violeta oscuro y violeta claro, únicamente ¿Cuál se suponía que debía ser la que él buscaba? Continuó observando, y más arriba, flotando a pocos metros encima de los árboles, una luz roja se destacaba.
Rojo intenso, que casi perforaba los ojos de quienes la veían. Un rojo tan segador como los soles mismos. El colibrí apartó la mirada, pero volvió a mirar una última vez. Había pasado por alto las luces doradas que se alzaban alrededor de ella. Doradas  más que el oro mismo, con dos luces amarillentas que a si vez las rodeaban. La luz roja era la única inmóvil. A su alrededor flotaban las doradas, a quienes también flotaban las amarillentas, y más abajo, a la altura de los árboles, danzaban los portales violetas y lilas. “Danzaban”, porque se desplazaban lentamente y con gracia alrededor de los troncos, como invitándolos a bailar también. Pero eran árboles muertos, o eso era los que le habían dicho.
De pronto recordó porque estaba allí. Se acercó a uno de los portales lilas, que rápidamente se alejó. A medida que el ave las perseguía, abandonaban su graciosa danza para huir del animal. Voló así por un buen rato, hasta que se dio por vencido. Pero se había comprometido a no fallar con su misión.
Dejó de volar. Sus incasables alas se detuvieron y reposaron es el suelo. Los portales reanudaban sus lentos movimientos. Cerró sus ojos. Una luz violeta, un violeta intenso, quizás más que el resto, se le acercó. El colibrí reanudó el vuelo, se acercó al portal, y con el solo roce de su pico, se teletransportó.
Era una sensación extraña para el pájaro. Veía cómo el cielo, la tierra, el paisaje, todo se disolvía, como si fueran tan débiles como para que hasta el viento se los llevase. Todo se desvanecíay quedaba oscuridad. Sus alasestaban quietas, y sin embargo, levitaba. Haces de luz aparecieron y giraban y formaban un remolino. Haces de luces de colores que formaban un espiral.
Duró menos de un minuto. Apareció en un lugar totalmente nuevo. Los árboles eran los mismos que en el Primer Mundo (aunque ninguno cantaba ni hablaba), el cielo y el aire también, aunque se sentían menos puros, pero había un solo Sol. Era menos melancólico que los suyos, pero más apagado. Había estructuras extrañas en todos lados, y animales parecidos a los de su mundo.
Un ser de pequeña estatura pasó corriendo. Era el tercer humano que veía en su vida, después de mucho tiempo. Vio más animales, pero iban atados por el cuello con una soga, y unidos a las manos de un humano. Lo veía como una carencia de libertad, como si aquellos animales intentaran arrastrarlo, o tirar hasta romper las sogas. Una imagen penosa, según su visión.
Le esperaba una larga tarde: debía encontrar una niña en una ciudad.

Encuesta

¿Qué piensas de la historia de La Llama del Agua?

Es muy buena, me encanta. (1.632)

97%

Buena e interesante. (18)

1%

No me gusta. (27)

2%

Votos totales: 1677